Hace ya unos meses que no escribo en Tercio de Varas, me gustaría hacerlo mucho más pero la vida es como es y me da para lo que me da.
Ahora mismo debería estar en mi plaza de Valencia disfrutando del Arte en una novillada que me apetecía. Me conmueve la historia personal de Jordi Pérez “El niño de las Monjas”, no lo vi debutar con caballos en Algemesí y hoy me llamaba la atención especialmente. Como decía, la vida es como es y viene como viene.
Esta vez ha venido, no podemos decir que por sorpresa (al menos no desde enero), en forma de pandemia.
La vida enseña a base de golpes, que le vamos a hacer. Vivimos desterrados, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. De eso sabemos mucho los aficionados a la Tauromaquia. Sabemos que cada tarde, cada día, hemos de encomendarnos al Altísimo, lidiar la vida como mejor sepamos y en todo su esplendor, el toreo es grandeza, la vida que Dios nos ha dado es grandeza, y confiar….
Confiar entre otras cosas en los ángeles que nos protegen, porque los ángeles existen, los celestiales que nos cuidan y los terrenales. Porque sabemos que si nos mandan al hule, si la vida nos da un tabaco, ellos estarán siempre dispuestos dándolo todo por nosotros.
Lo hemos visto con Val-Carreres y su equipo en el milagro de Marianin de la Viña, con el equipo de García Padrós y Román o Caballero o con Hidalgo y Rafaelillo. Por recordar lo más grave y reciente que me viene a la cabeza.
Gracias ángeles, gracias a todos los sanitarios, gracias y contar con todo mi apoyo. Parece que nos esperan días difíciles, días en los que hay que darle la cara a la vida con torería, días en los que sabemos que vais a darlo todo para seguir siendo nuestros ángeles. Gracias.