Después de casi 10 días “de toros” con los que en Valencia se
honró la memoria de San José, padre putativo de Nuestro Señor, el pasado
Domingo de Ramos marché a Madrid, allí se daba con una corrida de toros la
bienvenida a la Semana más Santa del año.
Tras casi 10 días de toros en los que se
ha evidenciado el cambio que se vive en la tauromaquia fui a Madrid, entre
otras cosas, para huir de ese cambio.
Pocas cosas me emocionan más que una
verónica enganchando el toro adelante con los vuelos del capote para soltarlo
bien atrás, pocas cosas son tan puras como citar a un toro bravo de lejos, que
este se arranque al galope y con una tanda de derechazos ralentizar su
embestida, pocas cosas son más bellas que una serie de naturales citando de
frente…
Tras 10 días de chicuelinas pasándose al
toro más cerca que un recortador, toreo de capa con las vueltas del capote,
pases cambiados por la espalda, de las flores, arrucinas y todo tipo de alardes
rodilla en tierra, necesitaba ver torear.
Con David
Galván cogido en los inicios de
faena a su primero, no se pudo verle en plenitud. Con Juan Ortega pechando con
un primero muy agarrado al piso, sin movilidad, no apto para el triunfo y menos
en Madrid, con un segundo del que mejor no hablar, un manso en toda regla.
Apareció Curro Díaz….
Y Curro
se puso a torear, meció el capote a la verónica, se relajó con la derecha
dando distancia al primero de su lote, puros naturales citando de frente a su
segundo, al que recitó una estocada como se verán pocas este año… ¡Curro se puso a torear!. Y yo, tras más de 10 días, me pude
emocionar.