Su punto álgido la corrida de toros, de estética goyesca, la plaza de toros, la ciudad más bien, engalanada para tal evento, cuidado hasta el más mínimo detalle. El pueblo entero volcado con ese gran acontecimiento que es sin duda una corrida de toros.
El aforo de la plaza no daba para más de 6.000 personas pero en los alrededores de la plaza había muchos miles más, todos quería vivir ese acontecimiento, ser participes de lo que allí pasaba. Cuando restaba media hora para el inicio de la corrida, majestuoso se abrió un cortejo de preciosos coches de caballos con los toreros que iban actuar. Morante y las tres cuadrillas que iban a lidiar esa tarde. ¡Todos querían ver al bravo torero que actuaba en Ronda!
Y empezó el festejo, Morante no defraudó, él lo puso todo ante una descastadísima corrida de Juan Pedro Domecq, si llegan a tener un puntito más de casta… con esas mimbres Morante nos regaló unos soberbios naturales en el tercero de la tarde. Toreo caro en redondo con el quinto, único toro encastado de la tarde que se apagó demasiado pronto, y un recital con el capote en el que cerraba plaza que nos puso los pelos de punta a los que allí estábamos ¡como mece el capote a la verónica Morante!. El público respondió a la entrega del artista de la Puebla del Río. El sabía que formaba parte de un acontecimiento único y no escatimó en esfuerzos, puso hasta un par de banderillas al quiebro.
Una corrida de toros no puede ser un evento más que forme parte de unas fiesta populares, una corrida de toros es mucho más, es algo épico, debe tener el rango de acontecimiento que le rinde el pueblo de Ronda.
Allí estuvimos, y como bien dices vivimos unos momentos inolvidables antes de la corrida con el ambiente en los alrededores de la plaza. La calle que va desde el hotel Victoria hasta la plaza estaba atestada de gente. Que bonito es la tradición de un pueblo para ver a un torero por sus calles antes de jugarse la vida.
ResponderEliminarUn saludo.