La Tauromaquia, mal que les pese a los “anti”, goza de momento de muy buena salud. Prueba de ello es que con una crisis económica como la que estamos viviendo ayer la plaza de toros de Valencia casi registra un lleno. Estamos a finales de julio, era viernes y un día de bochorno horroroso. Cartel de interés y el público responde, los toros, si el cartel es bueno interesan… ¿pero cuanto nos va a durar esto?
De nada nos vale ir al Parlamento, o a donde sea, a argumentar a favor de la práctica de este arte si después hacemos cosas como la de ayer. Lo que vaya diciendo el señor Anselmi me es indiferente, ¡si nadie le conoce!... lo de ayer sí hace daño, un esperpento así produce reacciones como las de mi amigo. Había unas 10.000 personas en la plaza, evalúen en daño hecho.
Los de Garcigrande/Domingo Hernández eran novillos, el lote de Manzanares auténticos becerros. No es que no tuviesen el trapío mínimo para una novillada en plaza de tercera, no solo eso, es que su comportamiento me hace dudar hasta de su edad. No tenían comportamiento “de toro”, tenían comportamiento de lo que eran, de becerro. Salían sueltos, de salida muy distraídos, había que fijarlos mucho… lidia desordenada típica de cualquier capea con becerros. Lo que fue la tarde de ayer exactamente.
Gracias a Dios el azar puso ayer un silbato en mis manos. En un acto de responsabilidad, por poder justificar ante el mucho público que me rodeaba que aquello no es lo que debería ser: una corrida de toros. Que no se estaban aburriendo porque la Tauromaquia sea algo carente de emoción, sino porque con ese ganado se había prescindido de la emoción voluntariamente. Ayudado del silbato y secundado por un par de compañeros de abono mostramos nuestro enfado.
Me enorgullece decir que el público respondió a las protestas y la cabra que hizo segundo, primero de Manzanares, se fue al corral. La oreja tras pinchazo de El Juli la devolvió el torero y no salió a hombros… y a Manzanares se le pidió abreviar ante “la cosa” que saltó al ruedo en último lugar.
Con esto conseguimos darle un toque de dignidad a la tarde, minimizar el daño que ya estaba hecho, tener un argumento ante frases lapidarias como estas “me he dado cuanta que no me gustan los toros”. A ver lo que nos cuesta la tarde de ayer, a ver a cuanta gente sacan de la plaza….
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