Por fin después de un año esperando llegaba el día… este año
tenía algo especial, muy especial, este año estaba en la arena un torero que
sentía ese día tanto como yo, ese día toreaba un “checano”, toreaba Juan
Ortega.
La vida es como es y los problemas a los que nos hemos de
enfrentar son los que son, nada podemos hacer contra eso, no valen los
reproches, de nada sirve lamentarse ahora por lo que pasó hace un año, ni
pensar que pudo pasar si le cae en suerte el quinto de Román Sorando….
No fueron los mejores compañeros los de Arauz de Robles,
poco importó, Juan Ortega venía a triunfar y nada iba a evitarlo, si uno sabe lo que quiere
no hay problema que pueda con su ilusión.
El segundo de la tarde, primero de Juan Ortega, salió midiendo, sin
rematar en tablas y manseando en varas. Llegó al segundo tercio y no era un
toro claro… pidió los palos, gesto torero. No tenía “nada dentro” ese
novillo pero al menos “iba y venía”, Juan Ortega se entregó y puso todo lo que le
faltaba al animal, empezó la faena hincando las rodillas en tierra. Estocada
casi entera, descabello y dos orejas.
El segundo de Ortega hizo malo en refrán, sí hubo
quinto malo. No tenía un pase el novillo, Juan Ortega se dobló con él y toreó sobre
las piernas intentando someter al animal, no cambió su condición. Tomó la
tizona el novillero e hizo lo mejor de la tarde, ¡estoconazo! Él sabía que no
podía fallarle a “su pueblo” y no falló, se tiró a matar como se tiran los
valientes, se tiró con el corazón….
Toreaba en Checa, ante los suyos, los que le quieren pero
también los que le exigen, a esa presión psicológica añadimos un encierro
incierto, tarde complicada. Tarde complicada que solventó con cabeza, técnica, valor
y sobretodo, como en ese segunda estocada, con el corazón…