El pasado sábado “celebramos” la despedida de soltero de un viejo amigo. Nunca he entendido este ritual, pero las cosas son así y no vamos a cambiarlas.
Parte del acto fue ir a ver la suelta de unos toros en una localidad cercana. Nunca me han gustado los festejos “populares”, solo entiendo los encierros “tradicionales” en los que se trasladan los toros de unos corrales a otros para ser lidiados por la tarde en la Plaza.
Estaba cambiando en algo mi impresión sobre este tipo de espectáculos gracias al Señor Paco, un buen aficionado al Arte de torear que se sienta desde hace años en una localidad contigua a la mía en la Plaza de Toros de Valencia. Él es muy aficionado también al toro en la calle y por su forma de entender este Arte y sobretodo al animal pensé que el mundo de los “Bous al Carrer” quizás no era tan “cutre” como pensaba.
El sábado todos mis prejuicios sobre este tipo de espectáculos se ratificaron. Llegamos al pueblo y me encontré a un centenar de individuos en chándal y zapatillas de colores pululando alrededor de un toraco que andaba medio muerto después de llevar largo rato en la calle.
Estos individuos además presentaban en su mayoría un grado de intoxicación etílica poco recomendable, considerar que su estado era “solo” ocasionado por la ingesta masiva de alcohol es algo benévolo…
El espectáculo acabó de forma dramática, algo de esperar por otra parte, uno de los pobres diablos que allí intentaba recortar toros como Dios le dio a entender fue cogido dramáticamente. Falleció.
Las barreras de las cuatro calles que daban al recorrido estuvieron largo tiempo repletas de gente viendo aquel esperpéntico y tremendamente aburrido “festejo”. Supongo que sus ansias de morbo, lo único por lo que entiendo que alguien puede estar durante horas presenciando eso, se vieron colmadas al ver a ese pobre desgraciado destripado en medio de la calle. ¡Reconocedlo hipócritas, vais a ver cornadas!
Como aficionado al toreo de Plaza nunca he asistido a un festejo taurino con el ánimo de ver sufrimiento alguno, ni de toro ni, obviamente, de torero. Es más, siempre que ocurre algo que excede los cánones lógicos de la lidia con el toro me parece desagradable. Cuando presencio percances a toreros se me queda mal cuerpo durante días y lo de Curro Valencia lo recuerdo como una experiencia traumática.
Yo voy a los toros para disfrutar de una expresión artística, igual que cuando hace unos meses asistí a la Opera. El toreo es un Arte en el que un creador, el torero, utilizando al toro como materia prima y basándose en unas reglas y en una técnica definidas trata de expresar sus sentimientos para deleite de los allí presentes. Este Arte tiene mucho de dramático y esa épica le convierte en el Arte más puro que existe. ¡Ojala el precio a pagar no fuese tan alto!, pero esto es así y estos Artistas saben que cada tarde ponen su vida en peligro, literalmente, por Amor al Arte. Lo que ocurre en la calle no es más que una patética ostentación de valor.
Por otro lado el toro de lidia, el animal que más respeto después del ser humano, si a este se le puede considerar animal, es criado para ser materia prima de este Arte y ha de tener sí o sí la oportunidad de poder negar su destino por su casta y su bravura. Esto se le niega en la calle…
Hoy más que nunca todo eso me parece un sinsentido.
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